jueves, 28 de septiembre de 2023

Reseña de mi experiencia en la Cantera de Traductores Alcalá de Henares-Madrid 2023

  Antes de empezar a escribir este texto, no creía posible poner en palabras todas las sensaciones, emociones y aprendizajes vividos durante la primera semana de junio de este año 2023 en la Cantera de Traductores Alcalá de Henares-Madrid. Sin embargo, luego de recordar las personas, actividades y situaciones, como en los sueños tan vívidos que he tenido durante varias noches, las palabras fluyeron y dieron como resultado este texto con el que espero resumir lo esencial de esta increíble experiencia.

  Este viaje en realidad comenzó hace cinco años, cuando me acerqué por primera vez al apasionante mundo de la traducción literaria, ya  desde aquella época había empezado a oír hablar de la Cantera de traductores de Alitral y soñaba con asistir. En 2020 apliqué a la convocatoria con ganas de conocer México pero, como ya sabemos, por aquellas fechas el COVID nos aguó la fiesta. Tiempo después, mis publicaciones en la revista Barbárika me hicieron ilusionar de nuevo con la Cantera 2023, así que apliqué con muchas ganas pero también con algunas dudas pues no pensaba tener el perfil requerido. Luego, a la emoción de haber sido seleccionada se sumó la incertidumbre económica, asunto no menor que, no obstante, pude resolver con el invaluable apoyo de mi familia.

  Posteriormente, la llegada a Madrid en la fecha señalada estuvo marcada por el insomnio, luego de diez horas sin dormir, aunque contaba con la grata compañía de Violeta Villalba, mi compañera de Cantera con quien viajamos desde Colombia y quien, desde mucho antes de que pusiéramos un pie en el aeropuerto de Bogotá, se convirtió en cómplice y amiga en esta aventura única. Luego, el desplazamiento a la ciudad de Alcalá, un vistazo rápido de la hermosa ciudad y comenzar a conocer a los que serían compañeros y talleristas del evento. Al día siguiente empezaría la entretenida y exigente semana llena de actividades pensadas para entender el mundo del libro en todas sus dimensiones.

  Entre la variedad de actividades realizadas destaco las sesiones conjuntas de discusión, muy útiles para comprender la situación de la traducción y de los derechos de los traductores en el  contexto de cada asociación nacional, así como las principales diferencias entre países y continentes. También disfruté las demás actividades entorno al ámbito de la edición y la literatura, perfectas para aprender y seguir rodeados de libros: la visita al Museo de Artes Gráficas de la Universidad de Alcalá, la Exposición del Premio Cervantes y la visita a la Biblioteca Regional de Madrid. Mención aparte merece el encuentro La traducción se bate en duelo, en la Feria del Libro de Madrid, pues a pesar de momentos de incomprensión, la especial combinación entre humor y amor, hacia la traducción, nos hizo reír a todos.

  Por otra parte, los talleres de traducción literaria, en ese entorno hermoso, fueron una vivencia extraordinaria, tuve el gusto de compartir el taller de francés junto con un grupo de traductores súper talentosos, (Ana, Elías, Horacio, David), provenientes de diferentes caminos y latitudes (España, Colombia, Argentina). Además, contamos con talleristas de lujo: el maestro Arturo Vázquez Barrón, legendario formador de traductores literarios, junto con Mateo Pierre Avit, y su mirada fresca e inteligente de la traducción, quienes nos guiaron con rigurosidad hacia el descubrimiento de los secretos del texto elegido. Asimismo, tuvimos el privilegio de tener un diálogo directo con Laura Alcoba, autora del texto en francés, que nos permitió explorar las motivaciones e intenciones de su obra, y  al mismo tiempo analizar su propio ejercicio como traductora, lo que sin duda llevó esta práctica a otro nivel. Sin duda, todo el trabajo de análisis y experimentación de los talleres de traducción me permitió encontrar nuevas posibilidades de expresión, analizar el valor de los elementos lingüísticos, en la lengua propia y la extranjera, y apreciar los diferentes [«sustratos o capas como en una artesanía para luego restaurar la mayor y mejor parte de su originalidad»].[1]

 

  De esta travesía, me llevo el recuerdo de mis compañeros, (siempre dispuestos a charlar, contar anécdotas, compartir sus golosinas o echarme una mano si lo necesitaba), además de todos los momentos compartidos. La Cantera me enriqueció con nuevas voces y maneras de ver el mundo, me dio más seguridad para acercarme a las complejidades de un texto narrativo y me permitió dar otro paso importante en mi formación como traductora. Igualmente me hizo valorar la riqueza de este espacio y sus principios esenciales: el respeto a la diferencia y el trabajo en equipo, siempre en un marco de amistad, clara comunicación y tolerancia.

 

  Antes de terminar este viaje aprovecho para dar gracias a mi familia y amigos. Gracias a Arturo, Marta y Julia por su cariño y cercanía, a todos los compañeros y talleristas, gracias a Alitral y a quienes contribuyeron para que este evento fuera realmente memorable. Por último, pero no menos importante, agradezco de manera especial y afectuosa a mi maestro, Mateo Cardona, por su apoyo fuerte y poderoso a pesar de la distancia y las dificultades, por creer en mí, guiarme y animarme a perseguir este sueño loco y pocas veces imaginado a través de este complejo pero emocionante camino que, en palabras de Antoine Berman, conduce hacia el albergue de lo lejano.


En Bogotá, septiembre de 2023.



Nidia María Díaz García

Licenciada en Filología Francesa, egresada de la Universidad Nacional de Colombia, tras cursar el Diplomado en Traducción de Textos Literarios del Instituto Caro y Cuervo (2018) se integró a la ACTTI y a su sección Editorial-Literaria. Ha participado de la traducción colectiva de textos narrativos en los Talleres de Traducción Literaria del profesor Mateo Cardona y en otros eventos de  formación como el Taller de traducción literaria IDARTES (2020) y la Escuela de Otoño de Traducción Literaria “Lucila Cordone” (2021). Ha publicado diferentes relatos de literatura francófona en Barbárika, revista de literatura traducida, en su segunda y tercera edición (2021/2022).



[1] Bernard Hœpffner. Portrait du traducteur en escroc. Tristam, 2018.

miércoles, 27 de septiembre de 2023

La riqueza de una Cantera

Después de dos años de pandemia, fuimos recuperando poco a poco nuestros espacios de interacción personal y profesional. Entre ellos, la Cantera,1 una iniciativa de intercambio y aprendizaje destinada a traductores literarios noveles de diversos idiomas al español concebida y organizada por alitral (Alianza Iberoamericana para la Promoción de la Traducción Literaria). Para quienes no la conocen, alitral es una asociación de asociaciones de traductores integrada por Argentina, Brasil, Colombia, España y México.

Con la pandemia ya superada, los miembros de alitral pusieron rápidamente manos a la obra. Este año el país anfitrión sería España, y ACE Traductores, la asociación española de traductores literarios, con un dinamismo fuera de serie, organizó en tiempo récord una semana inolvidable para quienes tuvimos el privilegio de disfrutarla. Porque ACE Traductores, con la querida Marta a la cabeza, eligió como sede a la bella Alcalá de Henares, tierra de Cervantes, y la AATI me eligió a mí para representarla en Alcalá como tallerista para el grupo de traductores de inglés. Elección que me honraba y me obligaba a una clara correspondencia.

Recuperada de la sorpresa y la emoción, empecé con los preparativos: leer muchos cuentos para seleccionar el material para traducir, lavar ropa de verano, pero llevar algún abrigo, revisar apuntes y bibliografía, no olvidar de empacar mate y bombilla, repasar los principios de alitral, ¿zapatos o sandalias?, hablar con Magdalena [Iraizoz], de CADRA, para actualizar los datos que tenía sobre los traductores, ¿habrá secador de pelo? Y así, en medio de este revuelo caótico y entusiasta, llegó el día de la partida.

La universidad de Alcalá de Henares, donde se desarrollaban los talleres, tenía en el fondo de sus jardines una coqueta residencia donde nos alojábamos profesores y alumnos (talleristas y canteristas, en la jerga local). Este marco fue una gran oportunidad para que, ya desde la hora del desayuno, todos los participantes de la Cantera nos vinculáramos por encima de cualquier diferencia en cuanto a idiomas de trabajo, variedad lingüística del español, edad o experiencia. En menos de 24 horas ya nos sentimos como en casa y parte de una familia.

Los talleres se desarrollaban durante las mañanas, de 9 a 14. Trabajé muy cómodamente con mi compañero de equipo, Andrés Catalán, un excelente traductor español a quien no conocía y que con muy poca antelación debió reemplazar a quien iba a ser mi coéquipier, el traductor colombiano Mateo Cardona, que a último momento no pudo viajar. Las clases fueron espacios sumamente ricos de intercambio y aprendizaje por múltiples motivos: el entusiasmo y compromiso de todos, las variantes del es una publicación de la AATI español presentes en el aula, el diferente recorrido académico de los canteristas, la experiencia de Andrés como exeditor, así como su oído especial por su trayectoria como poeta. Y podría seguir.

Un hito en el camino fue la charla virtual que mantuvimos con el autor irlandés de uno de los cuentos elegidos. Rónán Hession estaba igual o más entusiasmado que los chicos con la propuesta de dialogar con ese grupo alucinado de traductores que no paraba de hacerle preguntas sobre el cuento. Fue una experiencia sumamente interesante y, a la vez, conmovedora, cuando todos comprendimos a través de sus palabras el profundo reconocimiento y respeto que siente por la labor de los traductores.

No terminó ahí la cosa. ACE Traductores organizó una agenda colmada de actividades interesantes que nadie quiso jamás perderse, a pesar del cansancio que íbamos acumulando día a día. Hubo un amplio abanico de propuestas que incluyeron charlas sobre la importancia del rol que cumplen las asociaciones de traductores, charlas sobre derechos de propiedad intelectual y condiciones contractuales, visitas a la Biblioteca Nacional de España, a la Feria del Libro de Madrid, actividades de traducción en la Feria del Libro, visitas al Depósito Legal, a la exposición del último Premio Cervantes, al museo de Artes Gráficas, a librerías interesantes, a la bella Alcalá, charlas con editores, autores, críticos, correctores, etc., etc. En los pocos momentos libres que nos quedaban dormíamos para reponernos.

En lo personal, fue una experiencia maravillosa y revitalizante de la que aprendí mucho y a la que espero haber podido contribuir para beneficio de otros.

No puedo terminar mi reseña sin agradecer a todos los que hicieron posible esta hermosa experiencia profesional y humana, a riesgo de olvidarme de alguien. En primer lugar, a la Comisión Directiva de la AATI por haberme regalado esta oportunidad; a Alejandra Rogante y Estela Consigli por su absoluta disponibilidad y generosidad para responder a mis incontables preguntas y pedidos; al Ministerio de Relaciones Exteriores por haber seleccionado por primera vez un proyecto vinculado a la traducción para otorgar un pasaje aéreo y facilitar así este encuentro; a la FIT por asignarle importancia al proyecto al haber ofrecido una generosa contribución económica; a ACE Traductores, en cabeza de Marta Sánchez-Nieves y Mateo Pierre Avit, por su asombrosa mezcla de eficiencia, capacidad organizativa, calidez y hospitalidad; a Mateo Cardona por compartir los preparativos de las clases que lamentablemente no pudo dar; a Andrés Catalán por reemplazar a Mateo y sumarse al proyecto con tan poca antelación y discutir los textos y las traducciones con solidez y compromiso; a profesores inolvidables como Arturo, Itziar, Luis y Mateo Pierre. A tantos traductores españoles con quienes compartimos charlas, risas y alguna copita e hicieron más amena nuestra estadía, como Lydia, Julia, David.

Por último, agradezco —en estricto orden alfabético porque los recuerdo y los recordaré a todos con el mismo cariño— a los traductores noveles que participaron en mis clases: Adrián, Ana, Ankara, Gudrun, Juan, Julieta, María y Violeta.


Julia Benseñor es traductora literaria y técnico-científica y traductora pública de inglés con más de treinta y cinco años de experiencia y más de treinta libros de ficción y no ficción traducidos. Es, además, correctora de estilo. Durante casi veinte años, fue docente de traducción literaria en el IES en Lenguas Vivas Juan R. Fernández. En la actualidad, colabora activamente con la AATI y es prosecretaria de CADRA, en representación de los traductores en su condición de autores de obra derivada.


martes, 26 de septiembre de 2023

Crónica de la Cantera de Traductores 2023

Llegar a España, más precisamente a Alcalá de Henares, para realizar una residencia de traducción es en primer lugar una felicidad, estar en una especie de burbuja que tiene como centro de gravedad temas que a diario pensamos y vivimos con pasión, y, en segundo lugar, un pequeño desfasaje de sentido. La lengua pluricéntrica que habitamos por unos días va a tener un arraigo geográfico y, por lo tanto, de uso que nos va a ocasionar curiosidad y cansancio según la hora del día.

Por la mañana, mientras hacemos nuestras prácticas de traducción en el marco del taller, en mi caso francés-español —aunque en Buenos Aires, de donde vengo, traducimos al español pero escribimos en castellano—, todo será reflexión e intento de sopesar cuánto de las variantes que no manejamos puede hacer que el texto traducido se diga de forma más completa. Que exprese por uso, sonido o algún otro aspecto mejor lo interpretado del texto fuente.

Y todo esto en el marco del trabajo específico de la traducción, pero luego está la vida y sus pequeños y grandes placeres o momentos. Y ahí la lectura comienza un nuevo sendero. Entender, localizar, lo que palabra a palabra leemos, pero en la sucesión de la línea no nos dice nada específico. La primera prueba puede ser el menú del restaurante. «Bolillos de …» a muchos de nosotros —mexicanos, colombianos, argentinos— no nos dice gran cosa y ante nuestras preguntas las respuestas de los españoles están más cerca de la polisemia que de saber qué es lo que verdaderamente vamos a comer. Ahora, con la bebida y sus cantidades es otro cantar.

Hasta ahí nada que un turista no haya experimentado o sepa de antemano. Pero claro que en una mesa de traductora.e.s nada se detiene en encontrar las diferencias, sino en largos pedidos de explicación, constatación y especulaciones sobre las diferentes maneras de nombrar. Pero claro, estamos en el bar y no hay necesidad ni de grandes teorías ni de apelar a la norma o el uso de cada lugar. Todo es o fue razón de variantes de la risa, el asombro y la ironía. Porque cierto grado de tensión controlada es vital, cierto grado de tensión es ético si nos encontramos en un bar y las tapas se suceden. Porque a esta altura ya aprendimos que tapa es una palabra que designa una gran variedad que puede ir del asombro a la decepción, de llenar el estómago a engañarlo. Es cuestión de saber leer y empezar a conocer los rincones mágicos.

Y en el tiempo que existe entre el almuerzo y las tardes de tapas, nos juntamos para compartir las distintas situaciones de las asociaciones a las que pertenecemos. Las características de cada una de ellas, cuáles son las actividades importantes y cuáles las urgentes que se están desempeñando, el intento de hacer cada vez más visible la profesión, compartir nuestras inquietudes y constatar que hay algo en común, un grado de precarización que, si bien es diferente según el país, existe.

Otras tardes se programaron visitas a la Biblioteca Nacional de España, la Regional de Madrid, la Feria del Libro, algunas librerías. Siempre alrededor de ese entorno del libro que nos fascina. En mi caso, me siento más cómodo en una pequeña y cuidada librería independiente que en un gran edificio un tanto «señorial»; también me sentí muy a gusto en el edificio de la antigua cervecería reciclado y que se transformó en la Biblioteca Regional de Madrid. Salas de un tamaño agradable, con luz y materiales cálidos.

El día comienza y la vuelta al taller nos configura, vamos sumando variantes, opciones que enriquecen nuestras posibilidades. Incorporadas de formas muy distintas a cuando se suman en cuanto que lectores. Estas variantes empiezan a habitarnos y nos brindan lo que quizás sea el tesoro más valioso de salir de la soledad de nuestro espacio de trabajo. Esa riqueza es la posibilidad de hacer más compleja nuestra lectura y nuestra propuesta de traducción. Que las aristas se multipliquen, claro que siempre es un horizonte, pero aprender a pararse en la frontera de esos caminos es interminable por su carácter cultural y, por lo tanto, histórico. Vivir ese espacio de complejidad como el más rico de los tesoros; y entonces sí volver al bar y pedir una caña y saber que si es poco pediremos otra hasta que la necesidad se transforme en espera, consulta, escritura y duda. Duda que buscará eco en las horas compartidas en el taller, en los intercambios que tuvimos para hacer crecer y afirmar una manera de ir hacia el texto, de problematizarlo, de leerlo, con la intención de reponer toda su particularidad. En la forma, en el contenido, en la forma.


Horacio Maez (Buenos Aires, 1969) realizó estudios de filosofía de la Universidad de Buenos Aires y realizó cursos de lector editorial, corrector y editor de mesa. Publicó tres libros de poesía: Salix (Ediciones Modi, 2015), En obra, diarios del oficio (El ojo del mármol, 2017) y Pequeños rastros que se alejan (Kintsugi, 2021). Como traductor colaboró en la traducción de Tener lo que se tiene al francés de la poeta Diana Bellessi y tradujo hacia el español a Valérie Rouzeau (No verte más, Barba de abejas, 2019) y Nathalie Leger (Sobre Barbara Loden, Chai editora, 2021). Colabora en la revista digital de literatura El diletante. www.aviceversa.com.


Este artículo fue publicado por primera vez en el número 66 de Vasos Comunicantes.

lunes, 25 de septiembre de 2023

Lo que me dejó la Cantera de Traductores 2023

Gracias al apoyo y al enorme trabajo de la AATI, a fin de mayo me fui a España a participar de la segunda edición de la Cantera de Traductores. Les comparto algo de mi experiencia.

El síndrome de la impostora

La primera vez que me hablaron de la posibilidad de irme una semana a Madrid a hacer una capacitación en traducción literaria, yo descarté la idea por completo. Era febrero, estábamos en mesa de final, y recuerdo que pensé: “¿Irme a mitad del año y dejar a mis estudiantes colgados? ¿Pagarme un pasaje a Europa cuando la Argentina enfrenta semejante crisis económica? ¿Aplicar a una beca de traducción literaria, si yo apenas estoy arrancando en ese terreno?”. Me reí, agradecí el aviso, y me olvidé del tema. Hasta que volví a cruzarme a mi colega en el segundo llamado de exámenes, y ella (por suerte) volvió a insistir: “La convocatoria es para gente con tu perfil: traductores noveles que estén arrancando en el mundo editorial, con uno a tres libros publicados. Es una oportunidad muy importante. Postulate”.

No fue una decisión fácil. Todo el mundo me decía que lo hiciera, claro, pero yo sentía que no era el momento, que no era para mí, que no podía y mil etcéteras. Lo curioso es que ya había estado en Alcalá de Henares, donde iba a ser el encuentro, y me acordaba de haber visto la Universidad (que, los supe después, es Patrimonio de la Humanidad) y haber pensado: “Qué lindo sería estudiar en un lugar así”. Terminé de decidirme cuando me enteré de que ese edificio, precisamente, iba a funcionar como lugar de capacitación y residencia estudiantil. Era una señal de que nada podía salir mal.

Armé un mail con la carta de motivación, en la que escribí por qué quería participar, adjunté mi CV y copia del pasaporte al día, y se lo mandé a la alitral, la asociación organizadora. Diez días después, me avisaron que era una de las seleccionadas. Sentí una alegría enorme, pero los miedos y las inseguridades, sumadas al estrés que implica preparar un viaje así (iba a aprovechar el pasaje para quedarme unos días más a recorrer España), me acompañaron hasta que llegué a la Cantera.

Campamento de verano o prohibido hablar en neutro

La sensación de no estar a la altura desapareció apenas puse un pie en la Universidad. Y es que la experiencia terminó siendo, como bien dijo un compañero español, “un campamento de verano traductoril”. Durante una semana, conviví con un hermoso grupo de colegas provenientes de diferentes regiones de España, México, Colombia y Argentina, con quienes intercambié alegrías y complejidades de la traducción en general y de la traducción editorial en particular. Me nutrí de las experiencias de las y los talleristas y de los recorridos de mis pares, redescubrí la importancia del libro como objeto cultural, y me llené de seguridad y buen ánimo. Hubo trabajo de traducción, sí, pero también mucha reflexión intercultural alrededor, bebidas mediante, que para mí fue lo más valioso de todo.

Lo que también abundó fueron las variedades del español (no sin algún malentendido y risas relacionadas). Cada vez que una española decía “coger” tal cosa, me pedía disculpas; yo, argentina, me volví hiperconsciente de mi “sheísmo”; a mi roommate colombiana le hacía gracia la expresión “recibirme” para cuando una se “gradúa”, y uno de los colegas mexicanos insistía con que para él no eran comunes muchas expresiones que el resto asociábamos a su país por los doblajes. La industria editorial (como la audiovisual) suele imponer en Latinoamérica el uso de un español “neutro”; pero uno de los objetivos de la Cantera es, justamente, visibilizar y revalorizar las variedades de cada región. En los talleres, desarmamos la idea de que las versiones en una variedad diferente a la propia no se entienden o no se disfrutan. Sí, es verdad que los textos muy coloquiales presentan más problemas en ese sentido; y sí, también es cierto que tenemos tradición de leer un tipo de variedad en las traducciones (que, en rigor de verdad, de variedad tiene poco). Pero así como es necesario fomentar la visibilidad de quien traduce, también es necesario pensar a qué variedad(es) traducimos y por qué[1].

Recomendame una traducción (propia)

Y, hablando de visibilidad… Estoy segura de que no soy la única a la que a veces se le olvida lo importante que es el trabajo que hacemos quienes traducimos, por eso, quiero compartir dos experiencias que a mí me ayudaron a desarmar el síndrome de la impostora[2] con el que llegué a España.

Una fue que tuvimos la oportunidad de hablar por videollamada con el autor de uno de los cuentos que estábamos traduciendo. Casualmente (o no), el relato[3] hablaba sobre la traducción, no solo porque sus protagonistas son una escritora y su traductora, sino que la historia misma hace muchas referencias a la tarea de traducir. Cuando le preguntamos al autor qué relación tenía con la traducción, él señaló su biblioteca (tres cuerpos, llena de libros) y dijo: “Valoro mucho la labor de los traductores. Sin ustedes, esa biblioteca estaría vacía. Yo no leo en otro idioma, así que, gracias”. Fue una caricia al alma y un incentivo.

La segunda fue que les pedí a mis colegas que me recomendaran traducciones. Tengo la teoría (construida sin sustento científico y con escaso sustento empírico) de que quienes traducimos no leemos traducciones de idiomas que conocemos; o, mejor dicho, que no las leemos por la traducción o que no las valoramos positivamente. Así que me sorprendió que enseguida se les ocurrieran varias traducciones contemporáneas para recomendarme. También les pedí que me recomendaran una traducción propia (ya que era condición tener alguna publicada para participar de la Cantera), y fui a buscarlas especialmente a la Feria del Libro de Madrid o les propuse un intercambio por una de las mías (así, de paso, me exponía también al vértigo de que me leyeran a mí).

Me fui del encuentro renovada, más segura del valor de mi trabajo, con ganas de disfrutar de libros traducidos a variedades diferentes del rioplatense. Pero sobre todo, me fui muy agradecida de que existan espacios de formación como este y colegas generosas que donan su tiempo para hacerlos realidad.

Julieta Giambastiani es traductora literaria y técnico-científica en inglés por la ENSLV Sofía B. de Spangenberg. Dicta clases de Traducción I y II en esa misma institución y traduce de forma independiente desde 2011. Tiene dos traducciones de ficción publicadas con la editorial Colihue. La encuentran en @TramaTraducciones.



[1] Y hablando de variedades, ¿a nadie de estas pampas le hizo ruido que la capacitación se llamara “Cantera de Traductores”? Solo voy a decir una cosa antes de que abran la página de la RAE: aunque la traducción se torne difícil muchas veces, nadie anduvo con el pico y la pala por España…

[2] De hecho, fue tema de conversación en una de las charlas tantas informales que tuvimos. Ver: https://www.bbc.com/mundo/noticias/2015/11/151125_salud_psicologia_sindrome_impostor_lb 

[3] Se los recomiendo, es un texto hermoso sobre nuestro rol en el mundo: https://www.irishtimes.com/culture/books/the-translator-s-funeral-a-new-short-story-by-ronan-hession-1.4306230 


Este artículo fue publicado por primera vez en Calidoscopio 2023-3.