Después de dos años de pandemia, fuimos recuperando poco
a poco nuestros espacios de interacción personal y profesional.
Entre ellos, la Cantera,1 una iniciativa de intercambio y aprendizaje
destinada a traductores literarios noveles de diversos idiomas al
español concebida y organizada por alitral (Alianza Iberoamericana
para la Promoción de la Traducción Literaria). Para quienes no la
conocen, alitral es una asociación de asociaciones de traductores
integrada por Argentina, Brasil, Colombia, España y México.
Con la pandemia ya superada, los miembros de alitral
pusieron rápidamente manos a la obra. Este año el país anfitrión
sería España, y ACE Traductores, la asociación española de
traductores literarios, con un dinamismo fuera de serie, organizó
en tiempo récord una semana inolvidable para quienes tuvimos el
privilegio de disfrutarla. Porque ACE Traductores, con la querida
Marta a la cabeza, eligió como sede a la bella Alcalá de Henares, tierra
de Cervantes, y la AATI me eligió a mí para representarla en Alcalá
como tallerista para el grupo de traductores de inglés. Elección
que me honraba y me obligaba a una clara correspondencia.
Recuperada de la sorpresa y la emoción, empecé con los
preparativos: leer muchos cuentos para seleccionar el material
para traducir, lavar ropa de verano, pero llevar algún abrigo, revisar
apuntes y bibliografía, no olvidar de empacar mate y bombilla,
repasar los principios de alitral, ¿zapatos o sandalias?, hablar con
Magdalena [Iraizoz], de CADRA, para actualizar los datos que tenía
sobre los traductores, ¿habrá secador de pelo? Y así, en medio de
este revuelo caótico y entusiasta, llegó el día de la partida.
La universidad de Alcalá de Henares, donde se desarrollaban
los talleres, tenía en el fondo de sus jardines una coqueta residencia
donde nos alojábamos profesores y alumnos (talleristas y
canteristas, en la jerga local). Este marco fue una gran oportunidad
para que, ya desde la hora del desayuno, todos los participantes
de la Cantera nos vinculáramos por encima de cualquier diferencia
en cuanto a idiomas de trabajo, variedad lingüística del español,
edad o experiencia. En menos de 24 horas ya nos sentimos como
en casa y parte de una familia.
Los talleres se desarrollaban durante las mañanas, de 9
a 14. Trabajé muy cómodamente con mi compañero de equipo,
Andrés Catalán, un excelente traductor español a quien no conocía
y que con muy poca antelación debió reemplazar a quien iba a
ser mi coéquipier, el traductor colombiano Mateo Cardona, que
a último momento no pudo viajar. Las clases fueron espacios
sumamente ricos de intercambio y aprendizaje por múltiples motivos: el entusiasmo y compromiso de todos, las variantes del
es una publicación de la AATI
español presentes en el aula, el diferente recorrido académico de
los canteristas, la experiencia de Andrés como exeditor, así como
su oído especial por su trayectoria como poeta. Y podría seguir.
Un hito en el camino fue la charla virtual que mantuvimos
con el autor irlandés de uno de los cuentos elegidos. Rónán
Hession estaba igual o más entusiasmado que los chicos con la
propuesta de dialogar con ese grupo alucinado de traductores
que no paraba de hacerle preguntas sobre el cuento. Fue una
experiencia sumamente interesante y, a la vez, conmovedora,
cuando todos comprendimos a través de sus palabras el profundo
reconocimiento y respeto que siente por la labor de los traductores.
No terminó ahí la cosa. ACE Traductores organizó una
agenda colmada de actividades interesantes que nadie quiso
jamás perderse, a pesar del cansancio que íbamos acumulando
día a día. Hubo un amplio abanico de propuestas que incluyeron
charlas sobre la importancia del rol que cumplen las asociaciones
de traductores, charlas sobre derechos de propiedad intelectual
y condiciones contractuales, visitas a la Biblioteca Nacional de
España, a la Feria del Libro de Madrid, actividades de traducción
en la Feria del Libro, visitas al Depósito Legal, a la exposición del
último Premio Cervantes, al museo de Artes Gráficas, a librerías
interesantes, a la bella Alcalá, charlas con editores, autores,
críticos, correctores, etc., etc. En los pocos momentos libres que
nos quedaban dormíamos para reponernos.
En lo personal, fue una experiencia maravillosa y revitalizante
de la que aprendí mucho y a la que espero haber podido contribuir
para beneficio de otros.
No puedo terminar mi reseña sin agradecer a todos los que
hicieron posible esta hermosa experiencia profesional y humana,
a riesgo de olvidarme de alguien. En primer lugar, a la Comisión
Directiva de la AATI por haberme regalado esta oportunidad; a
Alejandra Rogante y Estela Consigli por su absoluta disponibilidad
y generosidad para responder a mis incontables preguntas
y pedidos; al Ministerio de Relaciones Exteriores por haber
seleccionado por primera vez un proyecto vinculado a la traducción
para otorgar un pasaje aéreo y facilitar así este encuentro; a la
FIT por asignarle importancia al proyecto al haber ofrecido una
generosa contribución económica; a ACE Traductores, en cabeza
de Marta Sánchez-Nieves y Mateo Pierre Avit, por su asombrosa
mezcla de eficiencia, capacidad organizativa, calidez y hospitalidad;
a Mateo Cardona por compartir los preparativos de las clases que
lamentablemente no pudo dar; a Andrés Catalán por reemplazar a
Mateo y sumarse al proyecto con tan poca antelación y discutir los
textos y las traducciones con solidez y compromiso; a profesores
inolvidables como Arturo, Itziar, Luis y Mateo Pierre. A tantos
traductores españoles con quienes compartimos charlas, risas y
alguna copita e hicieron más amena nuestra estadía, como Lydia,
Julia, David.
Por último, agradezco —en estricto orden alfabético porque
los recuerdo y los recordaré a todos con el mismo cariño— a los
traductores noveles que participaron en mis clases: Adrián, Ana,
Ankara, Gudrun, Juan, Julieta, María y Violeta.
Julia Benseñor es traductora literaria y técnico-científica
y traductora pública de inglés con más de treinta y cinco
años de experiencia y más de treinta libros de ficción y
no ficción traducidos. Es, además, correctora de estilo.
Durante casi veinte años, fue docente de traducción
literaria en el IES en Lenguas Vivas Juan R. Fernández.
En la actualidad, colabora activamente con la AATI y
es prosecretaria de CADRA, en representación de los
traductores en su condición de autores de obra derivada.