Siguiendo la serie de visiones de los participantes en el taller de lengua alemana de la Cantera de Traductores organizada por alitral (Alianza Iberoamericana para la Promoción de la Traducción Literaria) en Alcalá de Henares en junio de 2023, esta semana invitamos a los lectores a leer la poética aportación de Francisco Hernández Romero, natural de México.
De xenia, apophoreta y el piscolabis
La aventura es vida, el quietismo muerte; antes la suerte
de Cook que mil años en Yerba.
Ahora que la canción ha llegado a su seria conclusión y que me presento para traérosla, no está condenada a permanecer yerta, gracias al ánima del nigromante dragomán, un sabido amigo ladino, Trutzelmann. El ropaje peregrino –que es rico en adornos coloridos– se me desliza por los estribos. En efecto, se me ha concedido, de la mano de ayos queridos: una vampira (inocula tósigo que reanima) y un monje asceta (procura bálsamo que apacigua), cuando partí por vez primera a Alcalá de Henares a trovar. Y diestros comparsas en el camino.
Allende el ancho ponto, vueltas y revueltas, y bolaño… dimos en la Cantera. Hablamos de nuestras experiencias, anécdotas, de técnicas y estrategias, como el acarreo de piedras. De `übersetzen y übersétzen discurrimos, de traducere navem, la barca o el transbordador, antítesis y oxímoron; también de crispetas, chivitas, palomitas y rosetas departimos en la pausa, en torno de la mesa, en compañía de nuestra buena amiga, la Casera. Gratos momentos los que allá compartimos, ojalá nos volvamos a encontrar –como los arrieros– en el camino.
Rara vez se es tan sorprendido. ¿El tejido? De donde se yergue el Cuerno del miedo, albo hasta el cielo, mas se retrotrae a los Cárpatos, de donde su huida es la fuerza y su resistencia el tedio. Hay exuberancia y pintura léxica, memoria, mutilación, enajenación y alienación. También cronomalabareo. Así como la literatura tudesca está próxima a la helena, pude sentirme próximo a la labor del traductor, pues de ordinario ocupo el lugar de mero espectador, o de ingrato extraño como la protagonista, cuestión que da título al texto desobrado. Esperemos que no tenga el mismo infausto término que Mara (Maere).
Pues bien, aquesta oblación a C. M. Wieland, bardo, traductor, políglota, homo universalis y librepensador, quien compuso por vez primera en lengua germana, un epítome de la literatura universal que permeó en el parnaso alemán, asaz necesitado de un tutor, un pastor y una literatura nacional. Nada más y nada menos que el Ariosto, el Voltaire alemán. Niño sagaz abocado a la lógica, historia y aritmética, y las lenguas latina y griega, también española e inglesa; posiblemente, incluso aramea. Artífice del Kunstmärchen, tradujo el Don Quixote y el Nuevo Mundo no le era desconocido. De intereses sublimes, tocantes a la condición humana y poiesis lata. Mentor de Goethe y afamado en toda la Germania, también en territorios prusianos y circunvecinos; irrumpió cual torbellino y asentó el camino. Gracias le doy por embarcarme en este tan arcano como alruno periplo.
Tengo la impresión –ojalá no sea un despropósito– que la traducción es un problema menor, pero uno de vital importancia y trascendencia. Quiero pensar que quien traduce lo hace para sí; más que para diseminar el conocimiento, intenta explicarse algo a sí mismo o hallar algo en su seno. Y hace cinegética de algo que cree perdido e ingratamente incomprendido, o desapercibido. En este caso ha sido un camino ubérrimo y, si hallé algo, no lo sé; si me encontré, lo ignoro otro tanto, pero sí lo disfruté por el ejercicio de reflexión que supone, y llevar las capacidades –si es que las hay– al límite. Creo en la función mesiánica de la literatura y de allí la exaltación al heroísmo mediante un lenguaje vigoroso y vulcánico. Y al igual que Stefan George me embarqué en una pretensión de Umdichtung – aunque nada brillante– al final: Nachdichtung. Ojalá todo aquel malabareo, todo ese tricksteo, nos posibilite traducir este u otros libros.
Y en esto es que concluyo… que el sin descanso esfuerzo debe estar orientado, hacer a cada cual, ufano y diestro, en su figura y arreglo; de modo tal que, sea cual sea su lugar, esté en la potestad de, con celo, cumplir a cabalidad con el designio supremo, y prosiga –con espíritu autoimpuesto– cultivándose en ello.
Alimentamos y engalanamos las lenguas de modo que sean ufanas o raídas, desnutridas o bien vestidas…
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